La historia nos tiene guardados a todos un lugar privilegiado, un lugar que será recordado en mayor o menor medida por sus congéneres y allegados… a todos menos al “Hombre sin Historia”. A riesgo de parecer un nombre tópico y consecuentemente añadido al personaje, fue el elegido por él, por lo que no tiene el mas pequeño ápice de duda.
Escuchar llover, ver la vida pasar, escuchar el canto de los pájaros, ver pasar un tren, escuchar palabras desordenadas, ver una pared en blanco, escuchar el zumbido de una mosca, ver caer las hojas de los árboles,… y no decir nada. De eso trata la vida de nuestro personaje, ese es el guión principal del Hombre sin Historia en este mundo.
Es la persona que pasó desapercibida por todo aquel lugar que pisó.
Es a quién nadie echaba en falta cuando se largaba.
Es aquel que lanzó besos que se estrellaron en muros de prejuicios.
Su vida nunca fue gran cosa, tampoco tiró cohetes a la mínima que puedo hacerlo, pero si que intentó calar en los corazones de quienes si le importaba, aunque en pocas ocasiones lo consiguió.
Un día decidió salir a pasear por su calle, solo, como siempre, y miró por las ventanas de sus vecinos, pero solo de las que estaban iluminadas, ¿eh?
-Miró en la primera y vio un beso… y echó de menos todos los que le negaron.
-Miró en la segunda y vio a su vecino tumbado… y pensó en las veces que tuvo que cargar peso trabajando.
-Miró en la siguiente y vio una familia… y recordó el dolor de su nariz ante el portazo que le dieron un día los suyos.
-La siguiente ventana estaba a oscuras, pero se podían oír los gritos y risas de niños.
-La siguiente ventana tenía una luz muy radiante, y dentro podía escucharse un poeta improvisando. Pero sus poemas eran felices y positivos… y sacó una hoja de su bolsillo, la leyó por enésima vez, la arrugó y la tiró al suelo.
-Otra ventana mas… y otro beso, y en la siguiente otro mas… y miró dentro de su pecho y vio que su corazón dejaba de latir, cada vez mas pausado, cada vez mas vago, cada vez mas… menos.
“Una mas y me vuelvo a casa”
-En la última ventana vio una fugaz sombra, la reconoció, era su alma complementaria, pero se había marchado, había subido unas escaleras y había empezado a reir y a jugar con otra alma mas.
Enseguida entendió que hoy no era el día mas indicado para que nadie saliera a saludarle, así que volvió por el mismo camino para alcanzar su casa, y volvió a ver el beso, y el otro, y al poeta, y miró la bola de papel que había tirado antes (tuvo la tentación de cogerla pero la pateó y la mandó lejos). Volvió a escuchar a los niños, y a la familia, y envidió a su vecino que seguía durmiendo confortablemente y, por último, el otro beso.
Encaró su casa, de luces apagadas, la alfombrilla de la entrada estaba doblada, el buzón tenía pegado un papel de caramelo con un chicle (¡¡gamberros!!) y en el suelo un pequeño charquito… ¿qué mas da pisarlo si siempre vuelve a salir? La llave no entra… es la equivocada, así que se detiene y busca la correcta. Abre la puerta. Entra en casa. Cierra la puerta. Se apoya en ella. Se dejar caer deslizándose con su espalda. Mira su solitaria vivienda y rompe a llorar.