Cuando la vida golpea, suele hacer sangre.
Un chico más joven que el que redacta estas palabras, un hombre sano, deportista, casi perfecto físicamente…. Casi perfecto. Un mínimo defecto en el corazón destruyó cualquier indicio de soñar con una vida que, al margen de lo podrida que se planteaba con las desorbitadas cantidades de dinero que movía su futuro con un pie enroscado en una bota y golpeando una pelotita, estaba en su plena flor. Hora de entonar el “no somos nadie”, hora de aflicción por lo cerca que nos queda este inmenso derechazo de la puerca vida a todos los rostros andaluces y españoles en general. Algunos rostros cicatrizan rápido, pero los acariciaban el cariño mas familiar y adorable de Antonio Puerta como padre, como madre, como amigo, como esposa, como próximo hijo, siempre mantendrán su herida abierta y sangrando.
La muerte no entiende de edades, solo cumple el guión que le dicta el caprichoso director de esta obra de teatro.
El mundo tan asquerosamente famoso y propio del fútbol hace que nos olvidemos de otras tantas personas. Parece que solo ha muerto Antonio Puerta, parece que no queremos abrir los ojos mas allá del fútbol, mas allá de lo que las televisiones quieren que los abramos. Y hablo ahora de dos grandes artistas, cada uno de lo suyo, cada uno con su humor, su personalidad, su carácter…. Emma Penella y Paco Umbral.
Carreras alargadas como una sombra vespertina. Profesionales tan grandes como un saco donde entran todos los años que han peleado por llegar a donde han llegado. Cada uno con sus achaques, cada cual a su rollo, pero ambos inmensos.
“He venido a hablar de mi libro”
“Váyase señor Cuesta, váyase….¡¡chorizo!!”
Un jerezano asesinado por ucranianos o rumanos.
Una mujer asesinada por su marido.
Una pobre ancianita que muere sola en su pisito de Santo Tomás con 90 años.
Un niño que cruzaba a carretera persiguiendo el balón que se le escapaba.
Un obrero que cae desde un andamio.
Un bebe que nace con alguna deformación o carencia e algún órgano.
Una mujer que sufre cáncer de mama.
Un hígado cirrótico de un alcohólico mas cirrótico aun.
Una niña que jugaba en Bagdad justo antes de un ataque mísero y cobarde.
Un negrito que muere de hambre en Somalia.
Un chino que muere ahogado en una inundación.
Un peruano encontrado con su último aliento de vida bajo los escombros de su casa.
Un profesor que viajaba hasta su escuela y que nunca pasó del Pozo del Tío Raimundo.
Una adolescente secuestrada por algún inmigrante.
…
Todos los días muere gente, de mil razas, de mil maneras, con mil historias.
Descansen en paz todas ellas.