martes, 28 de agosto de 2007

Cuando la vida golpea...

Cuando la vida golpea, suele hacer sangre.

Quiero aprovecharme frívolamente del tirón de la historia de Antonio Puerta y tener una excusa más para escribir algo.

Un chico más joven que el que redacta estas palabras, un hombre sano, deportista, casi perfecto físicamente…. Casi perfecto. Un mínimo defecto en el corazón destruyó cualquier indicio de soñar con una vida que, al margen de lo podrida que se planteaba con las desorbitadas cantidades de dinero que movía su futuro con un pie enroscado en una bota y golpeando una pelotita, estaba en su plena flor. Hora de entonar el “no somos nadie”, hora de aflicción por lo cerca que nos queda este inmenso derechazo de la puerca vida a todos los rostros andaluces y españoles en general. Algunos rostros cicatrizan rápido, pero los acariciaban el cariño mas familiar y adorable de Antonio Puerta como padre, como madre, como amigo, como esposa, como próximo hijo, siempre mantendrán su herida abierta y sangrando.

La muerte no entiende de edades, solo cumple el guión que le dicta el caprichoso director de esta obra de teatro.

El mundo tan asquerosamente famoso y propio del fútbol hace que nos olvidemos de otras tantas personas. Parece que solo ha muerto Antonio Puerta, parece que no queremos abrir los ojos mas allá del fútbol, mas allá de lo que las televisiones quieren que los abramos. Y hablo ahora de dos grandes artistas, cada uno de lo suyo, cada uno con su humor, su personalidad, su carácter…. Emma Penella y Paco Umbral.

Carreras alargadas como una sombra vespertina. Profesionales tan grandes como un saco donde entran todos los años que han peleado por llegar a donde han llegado. Cada uno con sus achaques, cada cual a su rollo, pero ambos inmensos.

“He venido a hablar de mi libro”

“Váyase señor Cuesta, váyase….¡¡chorizo!!”

Un jerezano asesinado por ucranianos o rumanos.

Una mujer asesinada por su marido.

Una pobre ancianita que muere sola en su pisito de Santo Tomás con 90 años.

Un niño que cruzaba a carretera persiguiendo el balón que se le escapaba.

Un obrero que cae desde un andamio.

Un bebe que nace con alguna deformación o carencia e algún órgano.

Una mujer que sufre cáncer de mama.

Un hígado cirrótico de un alcohólico mas cirrótico aun.

Una niña que jugaba en Bagdad justo antes de un ataque mísero y cobarde.

Un negrito que muere de hambre en Somalia.

Un chino que muere ahogado en una inundación.

Un peruano encontrado con su último aliento de vida bajo los escombros de su casa.

Un profesor que viajaba hasta su escuela y que nunca pasó del Pozo del Tío Raimundo.

Una adolescente secuestrada por algún inmigrante.

Todos los días muere gente, de mil razas, de mil maneras, con mil historias.

Descansen en paz todas ellas.

domingo, 19 de agosto de 2007

A mis queridos...

A mis queridos…

Podría empezar esta especie de testamento dando gracias, pero no me apetece. Desde mi lecho de muerte, sintiendo el suave contacto de las sábanas frías recién estiradas me “animo” a escribir lo que presupongo son mis últimas palabras a este mundo.

Este mundo… el culpable de todo.

Nunca he sido demasiado exigente con la vida, nunca he pedido algo que sobrepasara los límites de la viabilidad propia de una persona normal y corriente porque, y sin que sirva de bandera blanca de rendición, siempre he sido una persona normal y corriente.

Una familia, la que tengo a mi alrededor dándome la mano, poniéndome paños húmedos en la frente, acercándome la sopa a la boca cuando no puedo ni moverme,… la que me acaricia el corazón, siempre con seda, a veces con espinas. Dicen que en la vida tenemos dos familias: con la que nacemos y con la que morimos. De la primera rumorean que es una familia falseada, obligada, pues no podemos elegirla y con la que tenemos que acostumbrarnos a vivir. La segunda es la familia que elegimos a lo largo y ancho de nuestra vida, la que tendremos a nuestro lado pase lo que pase. Si tienes suerte, podrás disfrutar de las dos familias. Yo he tenido la suerte de disfrutar de una única familia, primera y segunda, siempre ella. Siempre a mi lado.

La que pudo ser y fue mi segunda familia, pero que ya no lo es, solo me amontonan recuerdos, ni positivos ni negativos, solo recuerdos, balanceados con extrema precisión teniendo en cuenta milímetro por milímetro lo que fueron todos y cada uno de los minutos que pasé con ellos. Muchos minutos buenos, muchos minutos de dudas, muchos minutos de traición,… demasiados minutos. Un trozo de mi muere hoy con ellos, ellos mueren con esta muerte.

No me siento orgulloso de lo que he vivido porque esperaba vivir mas, aunque estoy feliz porque de una vez por todas, me voy de este mundo a uno que, ni mejor ni peor, será distinto. Un nuevo mundo donde seré nuevamente, como en otros muchos momentos de mi vida, un recién llegado, “el nuevo”, el infinito desconocido silencioso que pasa a ser el amigo que no calla… y que su voz dure por siempre. Ojala algún día…

Mi testamento no deja herencia, ninguna mas allá que la que cada uno estime oportuno guardar en su corazón, reservándole un asiento de primera fila o un oscuro rincón. Cada cual con su corazón. Pero quiero dejar claro que no voy a dejar nada material a nadie, principalmente porque nunca lo tuve y, ahora, en mi lecho de muerte menos aun. Conocimientos los que queráis, servíos vosotros mismos. Experiencia la de un anciano que sabe de que pie cojea mas de uno, de que pie cojea una vida que no ha vivido, a la que solo ha conocido de oídas. Dinero, ya he dicho que ninguno, pero riquezas muchas.

Desde mi sillón, delante de los ojos del mundo, os deseo una vida repleta de la guerra del amor y de la paz de la guerra, pero lejos de mi. ¿Por qué me voy? Porque me habéis matado. Y sin ser ningún tipo de Mesías ni nada por el estilo, si que puede ser para ti el mismo Dios que tu has sido para mí hasta este momento. Un Dios al que si recé, un Dios en el que si que creí, un Dios en el que busqué todo lo que no me daba el otro Dios. Sin embargo, dicen, el otro Dios es misericordioso y tu eres rastrero, el otro Dios es único y tu no eres nadie, el otro Dios vela por todos y cada uno de sus hermanos y tu los desprecias. Así te va… siempre en las nubes.

Recuerdo una a una las caras de todas las personas que han provocado que acabe como todo acaba… y en parte siento rencor, pero en parte siento que cada uno ha hecho lo que tenía que hacer. Por supuesto, ese deber individual no atendía a estupideces de un alma más colectiva que el que cada uno ha querido establecer. Nadie vende duros por cuatro pesetas, aunque si metemos el dinero en esto… Y como siempre, si viajas solo, el viaje se hace mas largo… tan largo que al final decides que no sabes si quieres seguir viajando en esa dirección, te paras en la próxima estación y buscas un enlace hacia una nueva ciudad donde te espere una segunda o tercera familia de acogida.

A mis queridos amigos… con los que he tenido tantas y tantas historias, con los que cada partida de mus o de dominó era la mejor de todas, con los que cada vaso de vino sabía a gloria… os echaré de menos.

A mi querida mujer… a la que nunca llegué a conocer realmente, tan solo en sueños que invadían mis labios con su húmedo corazón. Cada sonrisa tuya era la mejor, aunque no solieras mostrarla. Cada caricia tuya, cada consejo, cada mirada de complicidad, cada vez que estabas conmigo… era feliz, y así muero triste.

A mis queridos…

lunes, 6 de agosto de 2007

Un desierto de mentiras.

Ya voy por el tercer whisky, empiezo a sentir la nube sobre la que me siento y que no para de moverse… y Nicanor solo hace rellenarme el largo vaso de tubo una y otra vez. Al principio me cuesta, luego se vacía, y al final se arrepiente. Tiene un cuadro, hay arena, una palmera,… un reflejo de una mujer junto a la máquina de tabaco…Cierro los ojos.

Soy un pobre aspirante a cadáver que camina y camina por un lugar muy peculiar. Es un lugar que solo tiene suelo, techo y un gran sol, mas ardiente que ninguno, pegado en lo mas inalcanzable. Por la experiencia se que el sol calienta, pero este lugar desértico es frío, helado mas bien, aunque da mas sed que ninguno otro en el que haya estado jamás. No se como ni porqué estoy allí, pero estoy. Se de sobra el tiempo que llevo en él… demasiado, y para nada me imagino cuando podré aliviar mi situación.

La primera mentira a la que me enfrento es la propia arena del desierto. Antes sabía sobrellevar este problema, antes mis piernas parecían no dar importancia al enorme empuje inverso que la arena ejercía sobre mi movimiento. Ahora la cosa ha cambiado, y cada grano de arena me frena tanto o mas como lo haría un muro de hormigón. Eso sin nombrar que cada paso hunde mis pies, seguramente queriendo atraparme y decirme “Para ya, quédate aquí”. El tiempo cuando agarra, no suelta.

El cielo no me miente, pero me ciega. Está ahí, tan azul, sin nubes, repleto de estrellas por la noche, cada una con su luz. “Seguramente han alcanzado la felicidad”, me digo, pero luego recuerdo que una estrella se ilumina cuando lleva miles de años muerta. Quizás sea lo único que me queda, quizás solo pueda hacer de cada cosa una falsa ironía con la que reírme, una impostura con la que actuar, una mentira con la que ser un falso feliz. Pensar A, pero suponer B, aunque no sean ninguna de las dos.

El sol es el más bonito de todos, pero también es el más mentiroso. No solo no me da el calor que yo pensaba que daría, sino que me mata de frío y me deja deshidratado. Y para colmo, se me olvidaba, estoy en un desierto. No hay agua.

Quiero un oasis. Allí hay agua, hay sombra, puede incluso que haya animales o frutos con los que poder alimentarme y descargar esto que me apresa y me apena, al menos durante un tiempo. Una silueta al lejos, viene alguien. Camina deprisa… viene en camello… que suerte tienen algunos. Seguro que además lleva agua, y todo sin esfuerzo. Vaya mierda de vida, la justicia brilla por su ausencia.

¡¡Quieto!!...¿Qué es aquello?... ¿No será…? ¡¡SI!! Corro lo más rápido que puedo, me tropiezo con las dunas un millón de veces, el sudor me inunda los ojos, y escuece. Vaya… un maldito espejismo. Es lo peor de andar por este desierto metafórico, que mi mente es muy inocente y se deja engañar por el sol.

No había sol, no era eso lo que veía, para colmo me invento historias que se de sobra que no van a llegar a ningún lugar. Al menos durante este tiempo he sentido la ilusión, al menos he saboreado la esperanza,… pero para nada. Solo una mirada del sol, solo un gesto del cielo, solo una mentira de la arena han bastado para pensar que era real. ¡¡¡Yo lo sabía!!!

¿Cómo puedo ganar tanta esperanza con tan poco? ¿Cómo puede ser que existan tantos camellos por ahí y tantos oasis y ciudades, y aun no haya conseguido llegar a ningún sitio donde parar un tiempo? Será que no me esfuerzo lo suficiente, será…, pero quiero ser como los demás, quiero encontrarme un camello, quiero correr hacia un espejismo y darme de bruces contra la pared de una casa o contra un cocotero. Quiero bañarme en las aguas calmadas de un charquito, con estrellas o sin ellas, pero húmedo, suave,… apagar mi sed y dormirme con una sonrisa en la boca.

De momento, solo puedo mentirme e ilusionarme con historias que no existen. Mas vale que me vaya a casa, a ver si sueño algo bonito y recupero fuerzas, que mañana será un día mas largo y peor que el de hoy.