Hoy no tengo ganas de hablar, ni de escribir, ni de cantar, ni de comer, ni de dormir. Hoy no tengo ganas de vivir en tu mundo, o en el mío adaptado al tuyo, que es el que últimamente me ocupa. Hoy me encuentro, por primera vez, al borde de tu abismo.
Es la primera vez que me freno en seco y miro atrás, hacia el corto camino que he recorrido. He mirado mis huellas y no me gustan, me veo las pisadas un poco raras, aunque las reconozco perfectamente porque las he visto antes persiguiéndome. En el camino veo un reguero de migajas de ilusión, puestas uniformemente y dejadas con mucho cariño. Veo, algo lejos, una piedra donde recuerdo que descansé, junto a una fuente de agua limpia y cristalina en la que me refresqué durante toda una noche. Recuerdo que al día siguiente todo eran fuerzas y ganas de seguir adelante, pero poco a poco vuelve a ir entrando sed.
Ahora me encuentro sediento, seco. Unos metros atrás había una fuente pero estaba vacía. Junto a ella otra mas, pero dentro vivía una serpiente muy venenosa, por lo que no me arriesgué. No compensa beber agua para vivir si a cambio te inyectan un veneno mortífero que hace posible que el cuerpo y el alma se autodestruyan… no conviene.
El camino transcurre paralelo a tu abismo, a la derecha, y a un jardín florido, a la izquierda. Me gustaría vivir en el jardín, pero poco a poco el camino va inclinándose hacia el lado derecho haciendo que el caminar se tambalee de una manera sucia y peligrosa. Cuando tienes fuerzas, se camina hacia delante. Cuando uno no tiene fuerzas, va acercándose cada vez mas al abismo, a tu abismo.
Si no cuidas mi camino, el próximo paso puede llevarme al fondo de tu abismo.