Estaba jugueteando con un reloj de arena al que le pesaba mas el culo que la cabeza, viendo como caían los pocos granos que quedaban arriba. Se amontonaban impacientes en el estrecho del embudo, deseando caer hacia la parte de abajo, conspirando para que mis lágrimas de esperanza se convirtieran en ácido que me derritieran.
Era al mediodía y seguía en mi vacío hablando con mi eco, esperando que alguna vez dijera algo distinto a lo que yo decía, pero el seguía en su idea fija.
Un susurro… Silencio. Me escuchaba los latidos del corazón resoplar con fuerza en mis tímpanos mientras mi pensamiento se distraía intentando acallar esa única perturbación. Luego pude oírlo, y me sonó a gloria, me sentí en el séptimo cielo, en lo mas alto de una pirámide de nubes que sostienen un castillo por encima de ellas. Quizás esto significaría que desde la ventana mas alta del torreón iba a salir de un momento a otro una larguísima trenza para permitirme subir. Una trenza de color oscuro y cabellos finos. Veo alguien en la ventana, pero de momento sigue espectante.
Por lo menos ya no me siento tan vacío, ya no siento tanta lejanía porque se que cuando quiera puedo estar ahí y tu aquí, aunque sea en un idioma recortado y muy efímero. No entran ahí todas las cosas que me gustaría contarte que he soñado.
Lánzame la trenza.