lunes, 23 de junio de 2008

Séptima carta: séptimo cielo.

O parecido.

Estaba jugueteando con un reloj de arena al que le pesaba mas el culo que la cabeza, viendo como caían los pocos granos que quedaban arriba. Se amontonaban impacientes en el estrecho del embudo, deseando caer hacia la parte de abajo, conspirando para que mis lágrimas de esperanza se convirtieran en ácido que me derritieran.

Era al mediodía y seguía en mi vacío hablando con mi eco, esperando que alguna vez dijera algo distinto a lo que yo decía, pero el seguía en su idea fija.

Un susurro… Silencio. Me escuchaba los latidos del corazón resoplar con fuerza en mis tímpanos mientras mi pensamiento se distraía intentando acallar esa única perturbación. Luego pude oírlo, y me sonó a gloria, me sentí en el séptimo cielo, en lo mas alto de una pirámide de nubes que sostienen un castillo por encima de ellas. Quizás esto significaría que desde la ventana mas alta del torreón iba a salir de un momento a otro una larguísima trenza para permitirme subir. Una trenza de color oscuro y cabellos finos. Veo alguien en la ventana, pero de momento sigue espectante.

Por lo menos ya no me siento tan vacío, ya no siento tanta lejanía porque se que cuando quiera puedo estar ahí y tu aquí, aunque sea en un idioma recortado y muy efímero. No entran ahí todas las cosas que me gustaría contarte que he soñado.

Lánzame la trenza.

lunes, 16 de junio de 2008

Sexta carta: el vacío

Y al final llegó.

No se muy bien donde estoy ni como he llegado. Tampoco se como me las he ingeniado para llegar aquí… bueno esto sí lo se, es lo de siempre, pero el hecho es que aquí estoy.

¿Cómo describir esto? Pues no hay colores, no hay olores, no hay nada que poder tocar, nadie con quién hablar. Pensamientos sí, de esos tengo todos los que quiero y mas, y como son lo único que tengo, se vuelven contra mí, me chantajean de una manera muy cruel.

Llevaba ya un día en este vacío que iba a durar unos cuantos mas cuando se me ocurrió la idea de poder gritar. Un grito puede ser desgarrador, puede asustar a alguien. Normalmente un grito puede ser el anuncio de una muerte o la banda sonora de un sufrimiento. En mi caso, un grito fue la antesala de otro grito. Al menos no estaba solo, me acompañaba mi propio eco, y en cada una de esas repeticiones amortiguadas del sonido mis sentidos se centraron en escuchar que decían, pero hasta ahora siempre han acabado por ser humo.

Por eso estoy pensando en expulsar a mi eco del vacío para poder esperar un sonido de verdad, con su emisor y su receptor, como debe ser, sin que ninguna pared (¿tiene el vacío paredes?) me replique con voz de ultratumba lo mismo que yo acabo de decir.

Durmiendo no se piensan tantas tonterías.

sábado, 14 de junio de 2008

Quinta carta: el sol de un nuevo día.

Porque los milagros existen.

Porque eres una maravilla.

Porque te tengo miedo.

Sabía que tenías alas, que desprendías polvos mágicos y que eras capaz de hacerme pasar del aburrimiento a la máxima concentración. Porque mientras tu hechizas, yo te escribo cartas.

Lo que no sabía era que podías iluminar los caminos mas oscuros e impedir que se reflejaran sombras en las paredes. Las dichosas sombras… y tu las has eliminado de golpe. Primero una y luego la otra, iba viendo brotar tus palabras del manantial de mi esperanza, como saliendo un número tras otro en el sorteo de la tele mientras compruebo, atónito, que son idénticos al de mi boleto. Me falta la serie.

Con tu luz, se por donde camino, se como se mueven los pasillos de una gruta interminable. Ya solo me falta que me cojas de la mano para llevarme hasta la salida y así poder ver como brilla el sol de un nuevo día.

Porque contigo no te tendría miedo. Sin ti, temo que todo vuelva a ser un sueño inútil.

martes, 10 de junio de 2008

Cuarta carta: carta cuarta

Hola 8 Maravilla:

¿Te acuerdas cuando te pedí que me llamaras y me dijiste que lo harías? Pues no lo has hecho aun.

No pasa nada, no tienes porqué darte prisa. Dicen que sin prisa pero sin pausa, así que tu tranquilita, poco a poco, sin parar (pero hazlo ya!!!).

Puedo parecer impaciente, pero no quiero, me sale solo. El problema está en que te he dado mis ojos para que me veas cuando tu quieras y te he prestado mis oídos que, aunque siga teniéndolos yo, solo están espectantes a que suene la combinación secreta… luego los cantos de sirena.

Todo es tan fantasioso y volátil que se me escapa entre los dedos de las manos. Es una sensación agridulce, pues noto que te siento y siento que te escapas. Y aun no ha llegado el vacío. No se para que me dijiste nada.

Se que esta noche soñaré contigo porque, cuando yo duerma, tu estarás despierta y vendrás en un descansito a susurrarme algo, lo que tu quieras. Lo que sea. Con solo ver tus palabras.

¿Por qué no enciendes la luz y borras las sombras?

viernes, 6 de junio de 2008

Tercera carta: una nueva esperanza.

Como en la Guerra de las Galaxias.

Resurgiendo como el Ave Fénix, de las cenizas de la antorcha de mi mano derecha, hoy luce una llama, cándida y luminosa que guía mi camino por nuevos sentidos que espero que me lleven a tu vida.

La 8 Maravilla del mundo espera, aunque mientras se entretenga con otros menesteres, se que espera. Por eso tengo que llegar lo mas pronto posible para que, por mucho que espere, no desespere y sepa que estoy en camino.

Hoy veo el mundo un poco mas claro, con las paredes un poco menos sucias que ayer. Quizás las hayan lavado o a lo mejor directamente el que tenía la vista sucia era yo, y en lavarla me ocupo ahora.

Que sepas que hoy me encantas.

Ayer me regalaron (¡¡gracias!!) una canción que ayer quise asignarte a ti, y permíteme que ponga un trozo del estribillo:

Ojalá se te acabe la mirada constante,
la palabra precisa, la sonrisa perfecta.
Ojalá por lo menos que me lleve la muerte,
para no verte tanto, para no verte siempre
en todos los segundos, en todas las visiones.

Sencillamente genial. Permíteme que hoy solo vea las palabras blancas de esos versos.

jueves, 5 de junio de 2008

Segunda carta: Y bajando...

Veo sombras.

Cuando ando por los oscuros pasadizos de mi “auto entendimiento”, suelo poseer en cada mano una antorcha: una que ilumina y otra que sopla. En mi primera carta hacia ti, te escribía con la mano que eliminaba mi oscuridad. Esta carta se escribe con la otra.

Preferiría no saber escribir con las dos manos, solo con una, la que fuera, por lo menos sabría de que voy y no andaría con estos altibajos que me hacen vomitar en la montaña rusa que eres, pero tu hoy te has empeñado en esto.

Hoy me diste la de cal y la de arena. Nunca entendí esta frase. Se supone que la cal es la parte buena y la arena es la mala, la barata. Sin embargo la cal podría llegar a ser un símbolo de la muerte. Se echa cal encima de los cadáveres para que no decidan anunciar que están muertos por medio de ese olor nauseabundo al que huelo. No me gastes la broma, no me invites a ducharme, lo hago a diario pero el agua no cala bajo mi piel, por lo que la parte sucia, de donde procede el olor, sigue estando sucia y huele mal.

Hoy hemos hablado mucho y lo agradezco al cielo o al karma o a quien corresponda, pero no es justo que entre medias aparezca una frase del tipo “lo siento pero esta el aforo lleno”. No es justo. Te aseguro que no recuerdo nada de lo demás de lo que hemos hablado, solo me resuena esa frase una y otra vez. Para colmo, como la he leído, aparece en mi retina continuamente. No vale cerrar los ojos, seguro que se va a mi cerebro y sueño con ello.

En fin. Yo te prometí mil cartas, así que no sería justo que abandonara a la segunda, aunque ganas no me faltan, pero seguro que la amiga Mañana habla con la amiga Noche y desbancarán a la mala malísima Madrugada que me atormenta y me hace ver todo negro, muy negro desde que mi mano derecha agarra una antorcha medio apagada.

Y lo peor son las sombras.

lunes, 2 de junio de 2008

Primera carta

Querida niña:

Esta pretende ser la primera de las mil y una cartas que espero que recibas en mi nombre. Solo un adelanto: gracias por la idea.

Cuando las olas de tus mareas entraron en mi playa de esa manera tan pausada y nociva, lo único que sentí en mi interior fue una necesidad irrechazable de bañarme, de intoxicarme en las turbias aguas de una nueva historia que tuviera, por fin, un comienzo.

Poco a poco, día a día, esperanza a esperanza, veo tu verde aparecer por el bosque en el que anoche, soñé que me perdía. No estaba preocupado, los árboles me dejaron ver el bosque siempre y cuando fueras tú la que me lo mostrara. Agitaste las alas, desprendiste polvo de ángel y me quedé ciego.

Cuando desperté, solo vi arena y sol, sol y dunas, un espejismo de recuerdos y un sueño por volver a beber de tus palabras, ya fueran escritas o pronunciadas bajo un manto de hechizos que bloquean mi mente hasta tal punto de tenerme atado escribiéndote esta carta.

Es solo un comienzo, espero. No pongas fin a mi ilusión.