Querida niña:
Esta pretende ser la primera de las mil y una cartas que espero que recibas en mi nombre. Solo un adelanto: gracias por la idea.
Cuando las olas de tus mareas entraron en mi playa de esa manera tan pausada y nociva, lo único que sentí en mi interior fue una necesidad irrechazable de bañarme, de intoxicarme en las turbias aguas de una nueva historia que tuviera, por fin, un comienzo.
Poco a poco, día a día, esperanza a esperanza, veo tu verde aparecer por el bosque en el que anoche, soñé que me perdía. No estaba preocupado, los árboles me dejaron ver el bosque siempre y cuando fueras tú la que me lo mostrara. Agitaste las alas, desprendiste polvo de ángel y me quedé ciego.
Cuando desperté, solo vi arena y sol, sol y dunas, un espejismo de recuerdos y un sueño por volver a beber de tus palabras, ya fueran escritas o pronunciadas bajo un manto de hechizos que bloquean mi mente hasta tal punto de tenerme atado escribiéndote esta carta.
Es solo un comienzo, espero. No pongas fin a mi ilusión.
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