lunes, 11 de mayo de 2009

Bajo reformas

Todo mundo se estructura en base a un complejo y a la vez sencillo sistema de apoyos y cariños.

Como toda estructura, un terremoto puede llegar a derribarlas en un momento determinado de su existencia. Los terremotos no solo tienen lugar en un espacio concreto del mundo sino que pueden ser simples momentos temporales que pueden dar un vuelco a todo lo conocido actualmente.

Cuando a esa estructura empiezas a quitarle apoyos, el conjunto se tambalea e incluso se derrumba, por lo que hay que apuntalarla para evitar males mayores.

Yo apuntalo mi corazón hoy a base de golpes en el hipotálamo. Gotas y gotas de diferentes conjuntos químicos se agolpan en mi memoria para hacerme olvidar que un día tuve predilección por morirme por quién no debería poder vivir, por quién jamás podré tener, a ese león salvaje que puede herirme a mi mas que yo quererlo a él. Cada dedicatoria que te hago flota con burbujas de un aire que poco a poco deja de inundar mis pulmones.

También apuntalo el sentido común que me une con el mundo. Esos lazos estrechos que hacen que yo no sea una partícula independiente que se mueve de manera aleatoria, sino que mi movimiento se vea implicado en un sistema de ecuaciones con miles de incógnitas. Tantas incógnitas que la incertidumbre es la única respuesta, que no solución. Hoy, precisamente, cada palo se convierte en una “x”, una “y”, una “z”,…

Apuntalo mi sistema imaginativo para que no se desvíe allí por donde no debería caminar. Prefiero usar la imaginación de otros como alimento mental, como forma de que mi mente no sienta el hambre que puede saciar inventado historias de ciencia-ficción que solo llevan a que los propios puntales que coloco se precipiten al vacío y arrastren mi estructura mental en una caída libre, quizás sin fondo.

Lo mejor que puedo hacer es vivir con piloto automático, pensando únicamente en que mi rumbo no cambie demasiado en la ruta del bienestar que me permita vivir con una felicidad mínima, aunque sea fingida.

El objetivo es mirar hacia delante y dejar detrás lo que debió olvidarse y no ser recordado.

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