domingo, 14 de septiembre de 2008

Naricita

Derramaba su sangre el reloj en mitad de la madrugada.

Nadie parecía tener sueño, la calle se llenaba de una lluvia muy fina, vaporosa, húmeda, que no hacía mas que materializar en nuestras cabezas lo que un oscurísimo y siniestro cielo estrellado premeditaba.

En mitad de la calle, el corazón de un papel hecho trizas empapándose de la tristeza y del dolor tan profundo que provoca el sentirse vacío de aquello que la gente llama coloquialmente “cojones”. El viento dispersaba los hermanos trozos que componían unos papiros modernos de tamaño A4, convenientemente plegados para reducir su tamaño. En ellos, se adivinaban unas manchas azules, probablemente de tinta, quizás del cielo de la ilusión que nació en el fondo de su alma, pero ya carentes de cualquier tipo de sentido.

Varios minutos antes, esas manchas de tinta formaban unas palabras. Éstas decían:

La mayoría de la gente piensa que se necesitan años para poder llegar a conocer a una persona. Yo no tengo la suerte de haber vivido tanto tiempo, pero creo que la primera mirada fue lo suficiente larga como para pensar que duró décadas.

Hace mucho tiempo pude ver como una pequeña chiquilla desfilaba ante mis ojos sin el menor atisbo de interesarse por el clima que hacía a mi alrededor. Ya entonces pasé velando varias noches rezando a la virgen, implorando el perdón de los dioses ante la crueldad de la que me lamentaba. No se necesitó demasiado para hacerme feliz y para estremecerme de tensión y emoción. Solo fue necesario un comentario banal y asqueroso sobre las condiciones térmicas de la casa del creador.

Te busqué y rebusqué entre los escombros de toda la gente que sobraba en nuestro mundo. Hubo muchos encuentros silenciosos, sonrientes y pegadizos al ritmo de un vals que yo no escuchaba y tu temías tener ganas de bailar. Siempre me fijé en tus pecas y en tu naricita chivata, quisquillosa, contando secretos inolvidables de una juventud que rebosaba dulzura e inocencia.

Lo peor de todo fue cuando llegó el momento de entrever que la vida no pone las cosas fáciles, por muy vida que sea. Los obstáculos son su profesión y su hobby (maldita perra), y por eso disfruta y goza haciendo que soñemos una y otra vez con esa persecución en la que nos quieren romper la cara a puñetazos y en el que nuestras piernas se mueven a la velocidad del rayo, pero no consiguen hacernos correr todo lo rápido que quisiéramos. El final es conocido: todo se convierte en una pesadilla. El levante sabrá acariciar con sus labios lo que yo solo pude rozar con mis pupilas.

Ahora bien, querida desconocida a la que conozco desde siempre, puedes correr hacia allí o frenarte y escuchar mis consejos. Corre mejor hacia ese otro lado, yo te acompañaré siempre cogidos de la mano. Dime que sí, por favor. Te espero en el centro mañana a las 17 junto a la estatua que tu sabes, pediré ayuda a un helado de turrón para convencerte.


Mientras se alejaba, iba viendo como aquel maravilloso ser vestido de jirones dorados y verdes (quizá emulando a la madre naturaleza) y de mirada brillante se perdía en la oscuridad mas absoluta. Nadie sabe cuanto tiempo pasará hasta que vuelva a aparecérsele ese ser divino.

Aquello, pensó, debía tocar el corazón de aquella chiquilla. Lo hubiese tocado, quizás, si alguna vez lo hubiese escrito.

1 comentario:

Nita dijo...

es precioso... en serio


me encanta esta frase

El levante sabrá acariciar con sus labios lo que yo solo pude rozar con mis pupilas.


no se puede negar de dónde vienes con esa frase y encierra mucha más poesía que mis últimos gritos al aire...

un beso

Nita