Podemos citar a Newton con una variación personalizada de su Tercera Ley (Por cada fuerza que actúa sobre un cuerpo, éste realiza una fuerza igual pero de sentido opuesto sobre el cuerpo que la produjo.), diciendo que cada acto que cometemos o realizamos en nuestra vida, tiene unas consecuencias. En nuestra lista de objetivos, se refleja la necesidad de conseguir la bondad, el mejor final para dichas consecuencias, pero no siempre es así…
Es mas, casi siempre suelen ser malas consecuencias o, mejor dicho, no buena para todos. Una de las consecuencias de una mala consecuencia (valga por cojones la redundancia), es el arrepentimiento y, por ende, la solicitación del perdón y las segundas oportunidades.
Todo el mundo merece una oportunidad, siempre, a priori. Pero no todo el mundo merece una segunda oportunidad, aunque por tontos o por buenos, deberíamos concedérsela. La diferencia entre la primera y la segunda oportunidad, es que la primera se regala con todo el alma y la segunda se cobra muy cara, no conduciendo a esa entrega total primeriza.
La conclusión es sencilla, a modo de moraleja simple y fácil de entender para todo el mundo: no la cagues y no tendrás que pedir una segunda oportunidad. Y si la pides, cuídala como si fuera tu vida, que luego puedes verte muy solo y lleno de kilos de mierda en la superficie del córtex cerebral.
Existen un par de personas que caminan tangentes a la curva de mi vida a las que me gustaría dar una segunda oportunidad, de corazón, pero que dudo sepan ganarse ese privilegio.
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